Pensar en Martín, me hace recordar la mañana tan maravillosa que pasamos sus padres y yo en el estudio. Venía un poco dormido, pues él su siesta mañanera no la perdona, pero en cuanto vió los juguetes que le tenía preparados se acabó el sueño. Comenzó a ser él mismo, un niño risueño que disfrutaba con todo.
No me costó mucho que se centrase en mí, pues en cuanto veía la cámara con el objetivo, se lanzaba a por él para cogerlo, ahí estuvimos los dos jugando mano a mano.
Sus padres al verle tan contento quisieron tener fotografías para el recuerdo y se pusieron también a jugar con él.
Muchas gracias chicos porque sin conocerme me habéis abierto el corazón de esta bonita familia y muchas gracias a ti, pequeño, por hacerme sentir que esta profesión es maravillosa. Espero que nos veamos más y como siempre os digo… ¡Hasta la próxima!