El olor y el calor de entrar en una casa cuando ha nacido recientemente un bebé, es una de las sensaciones más maravillosas que hay, sobre todo cuando has sido madre o padre, pues automáticamente te traslada a ese indescriptible momento de bienestar y de amor que has sentido tú en ese momento. Da igual que pasen los años, pero reconocerías ese olor y percepción especial siempre.
Pues bien, esa fue la sensación que tuve cuando entré en la casa de nuestra nueva bebé Martina. Sus padres radiaban felicidad y amor por los cuatro costados y, como todos, en los comienzos también sentían cansancio y agotamiento, pero era tanta la ilusión que tenían de hacerle fotos a su hija que estaban encantados con mi visita.
Así pues, después de presentarme a Martina comencé con ella a entablar “una relación” fabulosa, la niña estaba despierta, activa, muy activa y quería jugar conmigo, con sus padres y enseñarnos todo lo que a sus cortos meses sabía hacer.
Fue divertido ver como se ponía erguida boca a bajo, como ponía gestos y se comía sus puños, tan ricos, tan ricos que a veces nos costaba quitárselos de la boca.
Estuvimos bien, los padres, la pequeña y yo y eso es mucho de agradecer, pues cuando te encuentras a gusto con tu trabajo se nota.
Gracias chicos por dejarme pasar una tarde divertida con vuestra hija y a ti Martina, espero verte de nuevo pronto, pues después del tiempo que pasé contigo, se que mi cámara te gustó, sobre todo porque no parabas de intentar cogerla… ¡Hasta pronto!