Si cada niño o niña que pasa por mi estudio me deja una huella y un recuerdo innolvidable, no os podéis ni imaginar lo que supone tener a dos personitas que, claro está, después de mis hijas, quiero tanto, como son Sofía y Natalia, mis sobrinas. Hacía tiempo que, tanto su madre como yo, llevábamos pensando en hacerles fotos de estudio, pero nunca surgía el momento, ya se sabe que como se suele decir “en casa de herrero cuchillo de palo”. Y en esta ocasión llegó el momento…

Entraban las dos confiadas (ya habían venido muchas veces a verme), pero con un poco de recelo por aquello de que la tía les iba a hacer fotos y como decía su padre “portaros bien y hacer caso a lo que os diga”, así somos todos los padres, qué le vamos hacer… Y lo hicieron, se portaron como los ángeles, se lo pasaron pipa jugando e investigando cada rincón del estudio.

Sofía, la mayor, con la música le bastaba. Podía hacerle cincuenta mil fotos que ella estaba a su música, bailando, cantando e interpretando su papel, que, por cierto, se le da de maravilla… sigo diciendo que debería ser actriz, pues no hay cosa que más le guste que unos focos y un: “cámara y acción”.

Natalia, la pequeña, por el contrario, mucho más tímida, no paraba de evitar mirarme a los ojos, “¿tú tímida Nata?” le decía y ella me contestaba: “no tía es que si sonrío me pongo achinada”, jaja, no paraba de reírme con ella. Y aunque la edad se nota entre ellas, conseguimos que pasándoselo bien se hiciese fotos bonitas y divertidas.

Dos caras diferentes, dos bellezas de niñas que hoy os muestro para orgullo de sus padres y de sus tíos, porque no se puede estar más contentos y felices con ellas. Os quiero chiquitinas, lo sabéis…